28 diciembre 2005

Sequía...


Viejo y querido blog de notas, te he tenido descuidado y maltrecho en ese lugar inerte que es el espacio internético. Ahí solito entre páginas de chicas en tanga, entre ofertas de viagra y de laxantes y todo un mundo de información inútil. Fueron días, más que días, meses de ausencia. Hasta reclamos recibí por semejante ausencia. Pero... ¿Que escribir cuando no se tiene nada que escribir?
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Desde que tengo uso de razón me piden que cierre la boca. Al comer, pero también cuando hablo. Ahora estoy aprendiendo a ejercitar ese maravilloso sonido que emite el silencio. Siempre fui un poco cansador, dicen que mi primera palabra no fue una palabra sino una frase y que a partir de allí hablé una semana sin parar. Al principio papá y mamá estaban muy contentos, debe ser lindo que el niño hable pero al sexto día mi madre harta ya de tanto blablerío me enchufó una mamadera. Sus oídos agradecidos. Así pasaron los años y yo no aprendí a callarme. Hablar hasta cuando no se tiene nada que decir se transformó casi en un ejercicio de asociación libre. Decir lo primero que se viene a la cabeza sin un mínimo filtro de conciencia, sin distinguir a quién uno le habla ni de que, se convirtió casi en un sello de estilo. “Buenos días señor almacenero su cara deformada parece un cuadro de Picasso , picazón tengo en las pelotas, aspiro un olor a podrido deben ser sus pies o sus productos deben estar vencidos, docena de huevos dice mi mamá, manso buraco la gallina que puso semejante coco, ¿cómo está el pan?, panza grande la suya podría ponerse una remera y no darme tanto material para las pesadillas, sólo un kilo de miñón, riñón enorme cabe en semejante bolsa de órganos, o sea que en realidad todos sus órganos deben ser extra grandes, después le pagamos cuando mi papá cobre el aguinaldo, de empanadas con cebolla parece el olor de sus axilas, hasta luego y gracias. ”

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Hay una mujer que escribe libros que dice que todos los 8 de enero prende una vela y escribe. Pase lo que pase y sea lo que sea, ella escribe un libro. Aunque no tenga nada que decir ni nada que contar ella se sienta y escribe un libro. Para colmo esos libros son best sellers y tema de conversación intelectual en los recreos de cualquier escuela entre las maestras de lengua. Así es como sus libros también se transforman en literatura playera o en películas con Antonio Banderas haciendo de chileno. ¿No es necesario a veces llamar la mano a silencio?
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Me cuesta un poco pensar que esto es una excusa, quizás sea un mera explicación o tal vez una suerte de exorcismo ante la sequía creativa. No crean que no lo intenté, empecé muchas veces a escribir sobre muchos temas y siempre quedaron a medias o no valían la pena. A quién le podía llegar a interesar la paternidad? Y el sinsentido en las calles de París en llamas?

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Así fue como tuve que empezar a aprender a callarme la boca, empezar ejercicios de silencio y de escucha. Porque cuando uno no habla puede empezar a escuchar si es que uno quiere. Lo peor es que todavía tengo que entender que no necesariamente se tiene que tener una opinión para cada cosa, no necesariamente se tiene que tener una posición en cada causa suelta por el universo. No es necesario inventar las respuestas cuando uno no las tiene. Simplemente, y esto aún no lo aprendo, no se tiene respuesta.
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Lentamente voy quedando sin nada que decir, me voy quedando sin palabras y espero me perdonen y sepan esperar hasta ese momento en el que las palabra vuelv a tenr e valr qe s mrcen y vlvn a ocpr l lgr...