03 octubre 2007

El extraño vecino Alfredo

Si Alfred Hitchcock hubiera nacido en mi barrio se llamaría Alfredo.
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Sentado en la plaza imaginaría un feroz ataque de cientos de palomas contra los jubilados que les tiran migas. Sentado de media nalga, un poco recostado a la derecha, en su banquito de plaza y con las manos sobre las rodillas miraría los micros pasar. Descubriría algún asesino subiendo a él con un cuchillo en la maleta , manchado con sangre, agua y champú. Obviamente ese asesino tendría las botamangas mojadas.
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De a ratos descansaría su mente y silbaría una lúgubre melodía, algo así como un ñiñiñiñi. Casi ni se podría bañar, el terror a ser interrumpido por una puñalada lo volvería un viejo con olor a perro muerto. Cada vez que se acercara al puente que cruza el zanjón imaginaría una mujer rubia a punto del suicidio, o a un policía con vértigo, depende el día. Obviamente también se enamoraría, obviamente de jovencitas con carita de angel y corazón de caucho, al estilo de las divas. No atendería el teléfono, no utilizaría sogas ni escaleras, y al abrir su ventana su aburrimiento sería total. Sólo encontraría una interminable sucesión de tanques de agua y cables de teléfonos amontonados, nunca un marido asesino.
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Si Alfred Hitchcock viviera en mi barrio se llamaría Alfredo, e iría al cine a ver una película de suspenso dirigida por uno de los grandes directores del cine de misterio, Don Lucio Chavez.