06 septiembre 2005

Pastillas.

Atrás quedaron las aspirinetas y el nopucid. 7 de cada 10 de los que me rodean toman algún fármaco psiquiátrico.
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Al principio eran las vecinas mas o menos viejas. Y tiene una explicación, la mayoría son maestras retiradas de escuela primaria. Si después de haber estado educando niños salvajes de tercer grado no quedás con los nervios como esponja, es porque no tenés nervios. Esas vecinas se empastillan de lo lindo pero se legitima por su condición. Algunas las bajan con cerveza, otras con coca cola, o las acompañan con tabaco y ron como juan ramón. Algunas toman de mayor gramaje, otras menos. Claro que el PAMI u OSEP les ayudan porque el precio de las pastis es bastante privativo para el bolsillo de cualquier jubilado.
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Es raro pensar que palabras como Clonazepan, Rivotril, Prozac, Lexotanil y otras estoy seguro de haberlas conocido gracias a canciones. El antidepresivo siempre fue de rockero o de músico. Siempre para mi fue de estrella con plata que no puede soportar ser tan famoso y que le pidan autógrafos en el supermercado. También era en algún momento una especie de privilegio social, como pertenecer a la elite de los psicofarmacolizados. Casi todos gente con mucha plata, con presiones de clase, que se yo, con doctores cerca. Pero que las tomen mis vecinas me desconcierta. ¿Por qué ellas son mas rockeras que yo? ¿Ellas entran en una elite?
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Pero que sea la tercera edad o segunda larga la que está mal no es lo peor. Ahora entre mis amigotes el que no tuvo un panic attack no tiene de que hablar en las reuniones sociales. Que tengo bruxismo, que tengo un cuadro de angustia, que tengo picos de ansiedad, que tengo vértigo. ¿Nadie tiene piojos? ¿Por qué cada vez se tienen cosas que suenan peor? Para colmo ninguno es un tipo al que le pidan muchos autógrafos, pero sin embargo están así.
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Ray Kroch el dueño de Mc Donalds decía que "el trabajo es la carne en la hamburguesa de la vida". Y la verdad es que el trabajo a veces te deja muy parecido a la carne molida. Y ni siquiera la especial, te deja como la común la con grasa. Muchos de mis amigos dicen que son las presiones laborales, o el estudio, lo que les deja secuelas irreparables. El paso del tiempo parece habernos transformado en una muy flexible goma, algo parecido al chicle que tiene que estirarse hasta hacer un globo y cuando explota se te pega en las cejas y no te lo podés sacar. Si la vida es un chicle, el trabajo es de tuttifrutti. No hay que trabajar señores.
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Somos suburbanos, provincianos y subdesarrollados. Sin embargo, parece como si fueramos parte de una nueva clase media psiquiátrica altamente medicada. ¿Tomamos pastillas para ser lo que no somos? Estos pequeños comprimidos de salvación han proliferado y son parte de la vida cotidiana tanto, que parece como si hubieran existido desde siempre y que siempre estuvieron y siempre fueron necesarios. En la edad Media la gente iba a misa o a confesarse, hoy va al psicólogo y toma pastis. Ahora, claro, hay más psicos que curas. El cura del barrio ya no cura y toma pastis recetadas por un psico, que le diagnosticó delirio de persecución o paranoia. Y si a eso le contamos que los psicos toman pastis que se las recetan otros psicos, porque están obligados a ir al psico para ser psico, el cuadro se completa. También parece que mas clase media se ha hecho psico y ha proliferado tanto entre los suburbanos y clase media y provincianos que casi todos tiene un psicologo a mano que tiene en la mano un recetario. Claro está que somos nosotros los que mantenemos el equilibrio, en realidad lo mantenemos gracias a que lo recuperamos gracias a la pastilla que nos salvó del vértigo y el mareo producto del stress.
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En algún momento pensé que nunca ibamos a llegar a vivir eso de juntarnos a tomar algo y tener a uno que se durmiera porque se tomó una pastilla o pasar la noche entera hablando del Alplax sus beneficios y dudas. Pero llegó ese día y yo lo festejo tomando un delicioso licuado de banana con clonazepan.

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